Argentina es conocida como la tierra del tango, el Malbec y algunos de
los mejores futbolistas del mundo. Pero Argentina también es famosa por
albergar algunos de los paisajes más diversos y los puntos más extremos del
mundo; desde los bosques subtropicales y las cataratas del Iguazú en el norte
hasta los glaciares del Perito Moreno en el sur, y desde el punto más bajo en
América del Sur (Laguna del Carbón) hasta la cima del continente (el cerro
Aconcagua).
La economía argentina, tal como el paisaje del país, ha tendido a oscilar
entre extremos. En el transcurso de los años se han registrado varias crisis
económicas y financieras, incluida la de 2001, que dada su severidad es
comparable con la Gran Depresión de Estados Unidos.
Al retornar a Argentina en septiembre de 2016 para realizar la primera evaluación económica en una
década (conocida como Consulta del Artículo IV), el FMI encontró a las
autoridades embarcadas en un ambicioso proceso de transición hacia una economía
más estable y sostenible, una economía capaz de reducir a un mínimo el riesgo
de que en el futuro el paisaje económico del país sufra fluctuaciones extremas.
Buen rumbo
Para comprender lo compleja que es la transición quizá convenga
remontarse a diciembre de 2015, justo después de las elecciones que culminaron
con la victoria sorpresiva de la coalición liderada por Mauricio Macri.
Para entonces, las reservas internacionales de Argentina estaban en un
nivel bajísimo, el tipo de cambio estaba sumamente sobrevaluado, había un alto
déficit fiscal que se financiaba principalmente con transferencias monetarias
del banco central, la inflación era una de las más altas del mundo, los
déficits comercial y en cuenta corriente estaban en aumento, existía una vasta
red de barreras comerciales y restricciones cambiarias, la tasa de inversión
era la más baja en América Latina, y el litigio de 10 años con los acreedores hold-out había
cerrado el acceso a los mercados internacionales de capital. Las intervenciones
generalizadas del gobierno habían debilitado gravemente las instituciones del
país y socavado la credibilidad de los indicadores económicos y sociales
elaborados por el organismo nacional de estadística.
Al nuevo gobierno no le quedaba más que empezar a rectificar los
numerosos desequilibrios y distorsiones. Tras un año de gestión, los logros del
gobierno son numerosos: desmantelamiento completo de los controles cambiarios,
adopción de un régimen de metas de inflación con un tipo de cambio flotante,
gestiones iniciales para fijar las tarifas de los servicios públicos en niveles
más próximos a los precios internacionales, retorno exitoso a los mercados
internacionales de capital tras la rápida solución de la controversia de 10
años con los acreedores hold-out, y mejoras notables en la gestión
de gobierno. Una de las medidas adoptadas fue una reforma integral del
organismo nacional de estadística, que culminó con la divulgación de nuevas
estadísticas oficiales creíbles (y, por ende, el levantamiento de la declaración de censura a
comienzos de noviembre). Por otro lado, las autoridades federales optaron por
una estrategia cautelosa para combatir el déficit fiscal, basada en gran medida
en una reducción muy gradual de los subsidios a la energía, en vista asimismo
del debilitamiento de la economía (que ha estado contrayéndose desde el último
trimestre de 2015).
Redondear la
transición
Los logros de Argentina hasta la fecha son admirables, pero aún queda
mucho por hacer para completar la transición hacia un entorno económico más
estable y reanudar un crecimiento vigoroso, sostenido y equitativo, sin dejar
de proteger a los pobres ante los inevitables costos del ajuste.
La evaluación económica de
Argentina realizada por el FMI se centró en las prioridades de política que son
fundamentales para seguir avanzando por la misma senda, y consta de tres
recomendaciones principales:
- Los avances en la reducción del déficit
fiscal deben continuar, a un ritmo acorde con la necesidad de reducir al
mínimo el impacto en los más vulnerables, y deben basarse en la
reasignación del gasto y la racionalización del sistema tributario. Es cierto que
un ajuste fiscal más intenso en la etapa inicial rebajaría las tasas de
interés, aliviaría las presiones sobre la moneda y reduciría el riesgo
derivado de la dependencia excesiva del financiamiento externo, pero una
serie de limitaciones económicas, sociales y políticas justifican una
reducción gradual del déficit fiscal. Concretamente, la reducción del
gasto público corriente, que se disparó en la última década, debería
estimular la inversión pública en infraestructura y reducir los impuestos
de las empresas y los hogares. La adopción de un marco fiscal a mediano
plazo ayudaría a dotar de credibilidad al necesario reequilibramiento
fiscal.
- El ritmo de desinflación debe seguir teniendo
en cuenta los costos económicos que genera a corto plazo. Reducir la inflación a una cifra
de un solo dígito es esencial para afianzar el crecimiento a largo plazo y
reducir la pobreza, pero es probable que la orientación restrictiva de la
política monetaria que es necesaria para forjar la reputación
antiinflacionaria del banco central haga mella en el producto a corto
plazo. Para contrarrestar ese efecto, el informe recomienda modificar la
carta orgánica del banco central, limitando el mandato de la institución a
la estabilidad de precios, y excluyendo la posibilidad de financiamiento
del déficit fiscal.
- La reconstrucción de los cimientos del
crecimiento exigirá reformas de gran alcance por el lado de la oferta. Esto incluye mejorar la calidad de
la infraestructura, eliminar las barreras comerciales restantes,
reformular las regulaciones de los servicios públicos, robustecer la
eficiencia del mercado y la competencia en industrias clave del sector
privado (incluido el de la energía), y seguir llevando adelante el
exhaustivo plan anticorrupción del gobierno.
Los avances en todos estos frentes requerirán tiempo, perseverancia y
agilidad política. Pero llevar a término la transición que se inició a finales
de 2015 encierra la promesa de un nuevo paisaje económico en Argentina, un
paisaje que permita mejorar significativamente los niveles de vida de la
población.
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